YO QUIERO TENER UN MILLON DE CULOS.
Culo veo, culo quiero. |
A razón de quinientas películas con cinco escenas cada una y donde intervienen una media de seis mujeres, y con veinte años al menos de profesión (mira a Christoph Clark) por delante, resulta que si Omar Galanti rodara en lo sucesivo diez películas al año, aún le quedan por taladrar mil doscientos culos, que añadir a los aproximadamente tres mil ojetes que ya se ha pasado por la piedra. Hagan cuentas, azafatas gafotas, tachan tachan, un total de cuatro mil doscientos culitos. Tararirorori-rori!!!! Lo que nos lleva a pensar en que si no repetimos culo y variamos las actrices en cada escena y no nos movemos (por ahorrar costes, digo yo, o porque directamente sean más putas) de República Checa o Hungría, donde Omar parece encontrarse tan a gusto, esta cifra representa un 0,35 por ciento del padrón combinado de ambos países que en todo este tiempo van a mover sus colitas para el calvo. Galanti. Si sí, el calvo. El colega de Rocco, el más feo. El obsesionado (pero obsesionado, oiga- que de pequeño alguien le tuvo que hacer doblarse para recoger la pastilla de jabón de la ducha del gimnasio) por los gapings. Los gapings, abuelo. Los boquetes. Que este tío las deja finas. Nadie se va sin abrir dos centímetros el esfínter, rubias o morenas, dos y medio, dilatadas manualmente, con especulo o mediante el torpe uso de la maquinaria industrial. Abren el culo y se van. Toman el cheque y nada. A por las cuatro mil ciento cincuenta y siete restantes.